La marcha contra el racismo a su paso por la calle 5a

La marcha contra el racismo en Cali

Varias organizaciones del pueblo afro de Cali se reunieron en el parque de las banderas, junto a los docentes del SUTEV, en una marcha contra el racismo y las políticas del gobierno contra la educación. La movilización siguió la calle 5a, con una pequeña escala para una muestra de capoeira frente a la estación Santa Librada. Tomó luego por la carrera 5a hasta la calle 9a para terminar con una muestra cultural en la plazoleta del CAM. Ahí se leyó la siguiente declaración:
 

PARAMOS CONTRA EL RACISMO ESTRUCTURAL
¿Cuándo te sumas tú?

Hoy 12 de diciembre de 2019 nuevamente nos pronunciamos como comunidad negra del Oriente de Cali para denunciar y mostrar nuestras resistencias como pueblo digno. Decimos basta ya de racismos. La Vida de la comunidad negra importa.

¿Por qué es importante y urgente hablar de racismo?

Hablamos de racismo porque es un conjunto de discursos y prácticas cotidianas e institucionalizadas que mata, segrega y violenta a las personas debido al color de su piel. EI racismo es funcional al capitalismo porque es útil para la diferenciación entre quienes son mano de obra barata y quienes son los propietarios; quienes realizan el trabajo material y quienes el trabajo intelectual, diferencia entre quienes son los destinados al trabajo de menor estatus social y quienes son los destinados a ser propietarios, jefes, líderes y gobernantes; el racismo permite que se acepte socialmente que las personas negras podemos ser sobreexplotadas (puestas a trabajar en exceso por mínima remuneración: «trabaje como negra/negro»), expropiadas de nuestros territorios e incluso exterminadas («al fin y al cabo solo son negros/as»).

El racismo está estrechamente vinculado con el capitalismo, porque promueve relaciones asimétricas de poder, acumulación, instrumentalización; convierte la Vida de las personas negras en una mercancía y objeto de desarrollo.

Las palabras pronunciadas por el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores -CUT- en el Valle del Cauca, Wilson Sáenz, en medio de la jornada del paro, cuando en una discusión con un grupo de policías empleó lenguaje racista y sexista para insultar a uno de los uniformados1, no son una excepción, sino una constante. Podemos apreciar que en las organizaciones de izquierda el énfasis es en la que se considera la contradicción principal: la lucha de clases. Ha relegado y marginalizado la discusión sobre el racismo, porque lo consideran una simple ideología sin mayores consecuencias sociales. Se piensa que atacar el racismo es dividir la lucha, y de esa manera ponderan la lucha económica por encima de las demás necesidades y demandas sociales. Lo hacen desde una visión miope que no les permite ver el papel del racismo en la acumulación originaria de capital y en todo el proceso histórico de desarrollo capitalista hasta hoy, cuando el capitalismo neoliberal hace de la población negra los primeros en ser prescindibles, sobrantes, desechables. El movimiento social debe imponerse como tarea la superación del racismo y el sexismo institucionalizados en sus estructuras organizativas y mentales («negro hijueputa»).

No resulta casual la coincidencia entre el racismo de un dirigente de izquierda de la CUT y las del alcalde de derecha, Maurice Armitage, quien afirmó, el 24 de mayo de este año, en una entrevista a la cadena Caracol, que «Cali es una ciudad muy explosiva, una ciudad donde tenemos un millón de negros»2. EI racismo de estos dos personajes no es diferente, expresa la misma lógica dosificadora y por lo tanto inferiorizante de la población negra con la que pretenden ubicarse ellos como superiores, justificadora de Sus prácticas de exclusión.

El racismo alimenta el capitalismo: acumulación, consume y desarrollo. Esto se evidencia, por ejemplo, en la ubicación geoespacial de las poblaciones. «Las zonas con población negra tienen las peores condiciones de Vida. «¿Estamos condenados a la pobreza y el abandono solo por el color de nuestra piel?”, reflexiona Juan Carabalí, politólogo y una de las voces de la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (CNOA)3. Carabalí dice que basta con mirar el mapa del país para darse cuenta de la exclusión. Los diez municipios más pobres están poblados mayoritariamente por negros. Hay lugares como Río Quito (Chocó) donde la miseria alcanza el 98%. Ante la exigencia de las organizaciones afro para que el Estado invierta en estas poblaciones, un representante a la Cámara por Antioquia expresó que «invertir en el Chocó es como perfumar un bollo»4. A una mentalidad extractivista y expropiadora no le interesan las personas («son negros, no humanos»), solo le interesan estos territorios para extraer de ellos sus riquezas, como lo han hecho desde la colonia.

En el imaginario nacional y local hay una racialización de las labores, por ello, las personas negras hemos sido tratadas como seres externos y marginales de la ciudad. Somos quienes recibimos menores pagos, realizamos actividades que las personas pertenecientes a otros grupos sociales desprecian, recibimos tratos indignos y nuestros trabajos, en la mayoría de los casos, carecen de las seguridades – garantías laborales que se les reconocen a todas las personas por dignidad y ley. Sobre los hombros de nuestros cuerpos negros llevamos el sudor y la sangre de todas nuestras ancestras y ancestros, quienes también fueron discriminados y racializados a lo largo de la historia. La historia oficial, que comparte la mayoría de la izquierda colombiana, desconoce el aporte a la construcción de este país que ha realizado y sigue haciendo la población negra. Del Oriente de Cali salimos diariamente miles de personas negras a trabajar en distintos oficios en el resto de la ciudad. Nuestra labor como trabajadoras del hogar permite que mujeres y hombres de otras condiciones sociales y raciales tengan mejores condiciones de vida y mayor estatus, nos consideran las personas más despreciables y, sin embargo, nos dejan a cargo sus hijos e hijas. Somos la mano de obra más numerosa en la mayoría de las construcciones por toda la ciudad y en los oficios del rebusque, no obstante, se nos tacha de perezosos.

Somos considerados como «el peligro negro» que se desplaza por las calles de ciudades y barrios.

Frente a nuestras expresiones culturales como pueblo afrocolombiano a diario se producen diferentes formas de folclorización y banalización social e institucional. Se toman nuestros elementos culturales para ser sexualizados, comercializados y capitalizados, generando acumulaciones externas y trivializaciones. La producción de la moda/mercantilización activa un circuito de vaciamiento de sentidos y de valores culturales del pueblo afrodescendiente en Colombia. Ese sistema de producción diferenciada multiculturalista es el que se convierte en provecho económico, y es también desde donde se proscribe y se violentan las posiciones de exigencia, demanda y reclamo que las personas afrodescendientes realizamos por y para restablecer nuestra dignidad.

También recordar y nombrar mil veces que nos hemos resistido a esa forma de vida depredadora, de racismo estructural, con las formas de vida y de trabajo en las comunidades de la ciudad y el campo; nuestros conocimientos, saberes y prácticas elaborados en comunidad para sanar a los enfermos, criar a los más pequeños, cultivar la tierra, alimentarnos, practicar la minería ancestral, despedir a los muertos, vivir con los ríos, dar la bienvenida a los niños, producir conocimiento en las universidades, pedagogías para la vida en nuestras comunidades y en las escuelas, poesía, literatura, teatro, danza, entre otras, son otra formas posibles de vivir y trabajar con dignidad.

1. Juvenicidios

EI asesinato sistemático de los jóvenes negros en el país se produce desde varios sectores, sin motives y sin justificación. Esto deja ver que hombres y mujeres negros son considerados cuerpos legítimos a ser exterminados.

Según el informe titulado «El mapa de la muerte, 15 años de homicidios en Cali», elaborado por el periódico El País de Cali5, con datos suministrados por el Observatorio Social de la Alcaldía de Cali, la Fiscalía Seccional Cali, la Policía Metropolitana de Cali, entre 2000 y 2015, se produjeron 10.875 homicidios, de los cuales 364 estaban entre 10-14 años, 2.399 entre 15 a 17 años y 8.112 entre 18 a 24 años. La gran mayoría eran habitantes de los barrios del Oriente y La Ladera de Cali. Esto deja ver de forma transparente que a los gobiernos no les importan las vidas de los jóvenes de estos territorios, en cambio se promueven, con la falta de oportunidades reales de goce de los derechos humanos, la muerte y el genocidio.

EI Oriente y la Ladera de Cali ni antes ni ahora han sido considerados como parte de la ciudad de Cali, prueba de ello, es que las cifras reales de jóvenes muertos en el territorio son negadas, porque sus vidas nunca han hecho parte de los intereses de la sociedad caleña. Los gobiernos locales han desviado su mirada de las muertes de aquellas personas que no gozan del derecho a que se les respeten su dignidad y su humanidad.

2. Genocidio del DANE

EI titular del periódico El Tiempo, “EI ‘error’ del Dane Que borró del mapa a 1.3 millones de afros”6, es otro dato, que nos muestra que la política eugenésica para la población negra en Colombia se mantiene, con la aplicación de políticas de blanqueamiento estadístico, útil para la inversión extranjera, al mostrar que somos un país cada vez más mestizo y para destinar menores recursos a los territorios. Esas políticas materializan una negación de derechos individuales y colectivos. EI estado colombiano mantiene vigente una deuda histórica con el pueblo afrocolombiano que no le ha interesado pagar. La reducción de las cifras de personas afrocolombianas demuestra que los actuales gobiernos continúan sin querer hacerlo. Se desconoce que quienes son los dueños del país hoy, son hijos y herederos de los esclavistas de ayer; que las riquezas que disfrutan son producto del trabajo nuestro y de la expropiación de los recursos de nuestros territorios.

EI subregistro del pueblo negro no es nuevo, pero en el censo más reciente se generaron unos niveles de negaciones tan evidentes que pueden ser catalogados como los más graves de la historia.

3. Feminicidio

Las mujeres negras padecemos de muchas formas de ser asesinadas. «EI racismo mata» no es un simple slogan. No se trata solo de la violencia de género, estamos hablando de una violencia estructural que conjuga el racismo y el sexismo para ensañarse en los cuerpos de las mujeres negras, como cuerpos despreciables que pueden dejarse morir. La morbi-mortalidad materna (complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto) es uno de los ejemplos desde donde se muestran escandalosas sobre-representaciones de las mujeres negras. La atención ginecológica con actitudes de desprecio hacia nuestro cuerpo por parte del personal de salud, nos lleva a evitar exámenes de rutina, como la citología, que podrían salvarnos la vida. Sin contar con el daño psicológico que estas actitudes conllevan. La disminución de su dignidad y del valor de su humanidad son los elementos que refuerzan y profundizan las enfermedades y dolores que nosotras no deberíamos estar obligadas a soportar. Muchas mujeres negras han muerto por la mala atención en las instituciones prestadoras de servicios de salud. Las vidas de las mujeres negras parece que no importan.

EI dolor por los juvenicidios es otra causa de muerte de mujeres negras que no se tiene en cuenta. Las muertes de los jóvenes (hombres y mujeres) a diario matan también a madres y abuelas negras, quienes deben enterrar a todos los hijos que han tenido, y deben vivir sin explicaciones, sin saber por qué perdieron a los miembros de la familia que alguna vez crearon.

EI racismo es una relación de poder que opera contra las personas que son ubicadas en lugar de subordinación, en este caso, opera contra las personas negras, es por eso que, la afirmación de que existe racismo a la inversa no es correcta. Por ello, es importante reconocer que el racismo es un sistema que opera no solo por las expresiones y manifestaciones individuales, sino que, además, se encuentra presente e impregnado en las relaciones sociales y en las decisiones institucionales.

Finalmente, denunciamos que el racismo estructural se mantiene en la sociedad caleña, por eso paramos, nos sumamos y multiplicamos en el Paro Nacional, un país nuevo requiere combatir todas las formas de racismo. Con racismo no hay paz. Con racismo no hay justicia social. Una sociedad nueva es una sociedad sin racismo. Combatir el racismo no da espera. EI racismo es fascista, burgués e imperialista.

#ParamosContraElRacismoEstructural

#ParamosPorqueElRacismoMata

#LasvidasDeLaGenteNegralmportan
 

Hasta ahí la declaración. Sorprende que no incluyera el comentario racista del senador y expresidente Álvaro Uribe: “Este no es un país de tribus africanas, es un país de instituciones”7, que desató un fuerte comunicado en su contra por parte de intelectuales y activistas de dentro y fuera del país. No es casualidad tampoco que la lanzara a solo tres meses de que Donald Trump ganara las elecciones en Estados Unidos.

Resaltamos también la necesidad de considerar las religiones de matriz africana (santería, vudú, candomblé y muchas otras) como víctimas del racismo estructural. Las prácticas de estas religiones (que lo son en todo derecho) sufren todavía el estigma de «prácticas diabólicas» y de «mera superchería», típica de los tiempos coloniales. Se necesitan espacios de diálogo y de conocimiento para superar esas nociones que descartan el hecho religioso africano y latinoamericano de forma descuidada y afanosa. (Ver: XIV Encuentro Continental de Pastoral Afroamericana: “Nuestra espiritualidad, fuerza transformadora de la realidad”; capítulos 3 y 4).

Del mismo modo, lamentamos la casi absoluta invisibilización del pueblo afrovenezolano. El gobierno de Hugo Chávez autorizó la pregunta étnica en el censo de 2011 con resultados agridulces: sólo una porción diminuta se reconoció como afrodescendiente, pero más del 50% lo hizo con la variable «moreno», un término que los estadísticos en Colombia consideraron demasiado amplio. Pero para nadie es un misterio que el pueblo afrovenezolano es, en proporción, al menos tan numeroso como los pueblos afro de la costa Caribe colombiana. Es tanta su importancia que en el 2006 se realizó el X Encuentro de Pastoral Afro continental en Puerto Chico, Barlovento, en territorio venezolano y se dedicó a los jóvenes afro.

Es imprescindible darles a conocer a estos hermanos que inmigran los derechos ya conquistados en Colombia y el tratamiento especial que se merecen en el país, consecuencia de identicas discriminaciones históricas al otro lado de la frontera. Lo mismo sucede con pueblos indígenas, como los barí o los piaroa. Hablar de «venezolanos» solo en términos genéricos, a sabiendas de que recibirán dobles o triples discriminaciones (por migrantes, por negros, por indígenas, por pobres o por mujeres), es otra manifestación del racismo estructural que es urgente superar.

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NOTAS

1 Noticias Caracol Valle. Líder de paro en #CaliCo lanzó insulto racista a policía durante discusión. Instagram, diciembre 4 de 2019.

2 CM&. ‘Cali es una ciudad muy explosiva, tenemos un millón de negros’: Armitage. Bogotá: Canal 1, agosto 22 de 2017.

3 Palomino, Sally. «‘Colombia sigue siendo un país difícil para ser negro’». Bogotá: El País (de España), agosto 23 de 2017.

4 Revista Semana. Honorables diputados. Bogotá, junio 30 de 2012.

5 Saavedra, Ana María et al. El mapa de la muerte: 15 años de homicidios en Cali. Cali: El País, 2016.

6 Vivas, Julián. El ‘error’ del Dane que borró del mapa a 1,3 millones de afros. Cali: El País, noviembre 25 de 2019.

7 M. S., Rossih Amira. Uribe también saca la piedra a los afros. Cali: Colombia Plural, octubre 9 de 2016 (incluye el texto completo del comunicado; verlo aquí).

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