El pasado 20 de mayo, el Centro de Espiritualidad y Pastoral Afro de la Arquidiócesis de Cali se llenó de vida, colores y saberes ancestrales con la celebración del Nuevo Año Afro Ñakati, una fecha profundamente significativa para las comunidades afrodescendientes. Este encuentro se realiza cada año para conmemorar la abolición legal de la esclavitud en Colombia, pero más allá de eso, es un momento para mirar hacia el pasado con respeto y al futuro con esperanza.
Como es tradición, al evento asistieron agentes de pastoral afro de distintas comunidades, junto con amigos y aliados del proceso de la Pastoral Afro. Fue un espacio de encuentro lleno de alegría, espiritualidad y memoria viva. Se compartieron cantos, oraciones, reflexiones, comidas típicas y, sobre todo, mucha sabiduría ancestral.
Uno de los momentos más esperados fue el lanzamiento del nuevo Almanaque Afro Ñakati 2025–2026, que este año tiene como temática principal: “Atuendos Afro: Expresión de Identidad, Espiritualidad y Belleza.” Con este lema, la Pastoral Afro invita a reconocer el poder simbólico de la vestimenta en las culturas afrodescendientes: no solo como adorno o moda, sino como expresión profunda del ser, la espiritualidad, la dignidad y la historia de los pueblos negros.
La palabra “Ñakati”, que viene del suajili y significa “tiempos”, refleja una propuesta muy clara: resignificar el calendario desde una perspectiva afro. Es decir, no solo vivir los tiempos impuestos por el mundo occidental, sino valorar nuestras propias fechas, luchas, celebraciones y símbolos.

La noche también estuvo llena de momentos únicos. Dos cantadoras, madre e hija oriundas de López de Micay (Cauca), entonaron cantos tradicionales de la Pastoral Afro que llevaban años sin escucharse en Cali. Una pareja caleña sorprendió con elegantes atuendos afro, femenino y masculino, provenientes de Eritrea, dejando a todos con la boca abierta. Este año se habilitaron espacios especiales para que cada participante pudiera tomarse fotos y lucir con orgullo la belleza de sus vestidos.
La cena fue un verdadero homenaje a los sabores del Pacífico: toyo, arroz acaramelado en aceite de coco, patacón y jugo de fruta. Y como si fuera poco, la noche cerró con cantos colectivos, danza espontánea y alegría nocturna al ritmo de marimba, bombo, cununo y guasá. El broche de oro fue una canción compuesta en el momento por las cantadoras, titulada “La fiesta de la Pastoral”, que se convirtió en una despedida cargada de emoción y energía comunitaria.
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