La Pastoral Afro en América Latina y el Caribe es un reflejo de la diversidad de su pueblo en formas de organización, manifestaciones culturales e, inevitablemente, de obstáculos a superar. Brasil tiene la población afro más grande del continente, sus logros eclesiales van desde el número de sus obispos afro y su reconocimiento en la Conferencia de Obispos hasta una presencia histórica afro-musulmana casi desconocida. Las de Argentina y México, con una población afrodescendiente pequeña, lograron un respaldo académico coherente y un liderazgo efectivo; ahora ambos países pueden ufanarse de organizar un Encuentro de Pastoral Afroamericana y Caribeña (EPA), la máxima expresión de organización de la Pastoral en el continente.
Pero solo el tamaño y la riqueza del país no te hacen significativo en lo afro. Haití, cuna de la libertad en América y más cercano a la Unión Africana que a la Organización de Estados Americanos, es clave, a pesar de ser apenas más grande que un Departamento colombiano. Tampoco otros países pequeños, como Belice, Guatemala, Honduras, y Costa Rica, se quedan atrás, impulsados por su vibrante población garífuna. El futuro es aún más esperanzador si se logra incluir a las naciones insulares caribeñas, minúsculas en territorio, pero claves en las finanzas, el turismo internacional y la exigencia de reparaciones históricas. Recuérdese a Marcus Garvey y a Bob Marley, solo para empezar.
El pueblo afroperuano, desde 3 regiones clave, hoy llega a considerarse “el quinto suyo”, hermano de las 4 grandes regiones (suyos) en que se dividía el imperio inca. Aún más, el único EPA continental dedicado a la mujer (el IX), se realizó en 2003 en Callao, al oeste de Lima.
El p. Rafael Savoia, con más de 50 años en la Pastoral Afro, acierta al afirmar que primero actúan las organizaciones, luego la Iglesia. Lo normal es que las organizaciones afro de base presionen a la Iglesia para que abra espacios de reflexión y reconocimiento, en especial las dedicadas al territorio y la educación. Después, gracias a Dios, la misma Iglesia les ayuda a crecer y alcanzar el plano nacional e internacional.
No era así al principio. Los magnos ejemplos de los primeros sacerdotes valientes, santos, que defendieron la dignidad y la humanidad del pueblo negro ante la tragedia de la esclavización, se encontraron con una reacción violenta de sus fieles coterráneos y la censura de la jerarquía eclesial de la época. Pero los del Espíritu son como “el viento que sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3, 8); y ya a finales del s. XIX, se ordenaron sacerdotes y religiosas afro, incluso en contextos claramente racistas. Una muestra son las historias de Augustus Tolton y Thea Bowman en EE. UU.
Las congregaciones religiosas se esmeran por acompañar al pueblo negro en uno o dos países, pero en conjunto, muestran una Iglesia comprometida, incluso en procesos de toda una vida o ya esencialmente propios. Los misioneros combonianos en Ecuador, los de la Consolata en Colombia, las Hijas de la Caridad en Honduras, las carmelitas en México… Los ejemplos abundan. Empiezan por unas cuantas poblaciones que influencian una región y, de ahí en adelante, el mismo pueblo le da una dimensión nacional. Porque la labor misionera es de fermento y la masa afrodescendiente rinde que da gusto. La variedad es evidente en su música, sus instrumentos, sus ritmos, sus luchas, su recursividad… Solo necesita vivir en medio de sí el fuego que Jesús vino a encender: “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49).
Dios quiera que la intercesión de san Martín de Porres, primer santo afrolatinoamericano, la de san Pedro Claver, “el esclavo de los esclavos” y la de tantas santas que no se conocen, ayuden a cada Pastoral Afro particular a ser ejemplo de transformación social y “luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo”, como lo fue el Señor, a Quien servimos.
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La Pastoral Afro en Colombia está donde la población negra es significativa: En el Caribe hay en Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha, y Valledupar. El centro del país tiene en Bogotá y Soacha. El suroeste cuenta con Cali y Popayán. En la costa Pacífica está en Quibdó, Istmina, Buenaventura, Guapi y Tumaco.
Fue la Pastoral que inauguró los Encuentros de Pastoral Afroamericana (EPAs) en Buenaventura, en 1980, y de las pocas que lleva 3, con el V en Quibdó en 1991, y el XIV en Cali en 2018. Se vinculó al proceso organizativo afro desde 2002 y es un actor clave en su avance. También su vida religiosa femenina es vital en su compromiso y sus desarrollos teológicos.
Es un caso especial en América Latina al vincularse de forma estrecha con las organizaciones étnico -territoriales afro, los consejos comunitarios. Sus pueblos se tomaron la liturgia y la hicieron parte de su realidad cultural.
La misión de la Pastoral Afropanameña es facilitar, animar y acompañar la pastoral inculturada a nivel nacional, comprometer discipulos-misioneros que hagan presente el mensaje de Jesucristo en las poblaciones afropanameñas. Está presente en la Diócesis de Colón-Kuna Yala, el Vicariato de Darién, la Prelatura de Bocas del Toro y la Arquidiócesis de Panamá. Su Coordinación Nacional la integran un obispo que nombra la Conferencia Episcopal, un secretario ejecutivo y dos miembros de cada diócesis.
Alienta las vocaciones religiosas y sacerdotales, las de agentes de Pastoral Afro, en especial en la juventud. Busca la aplicación real de las reflexiones de los encuentros de Pastoral Afroamericana y Caribeña. Su línea fundamental es consolidar estructuras diocesanas y parroquiales, donde hay presencia afrodescendiente. Inculcar el amor a la cultura afro a su niñez y su juventud con la formación permanente. Proyecta reabrir la Escuela de Historia y Cultura Afropanameña y Afrodescendiente y dos programas de radio.
En 1635 dos barcos que transportaban a cientos de esclavos nigerianos contratados por los españoles naufragó cerca a las costas de San Vicente. Los sobrevivientes se unieron a los indios Caribes y exterminaron a la población blanca de la isla, estableciendo un gobierno común y casándose entre ellos. Escapando de la persecución de los esclavistas, huyeron a la isla de Roatán y luego al resto de América Central. Liderados por el carismático y ambicioso Alejo Beni, un grupo de garífunas llegó a la costa sur de Belice. El Día del Asentamiento Garífuna en Belice se celebra cada año el 19 de noviembre, conmemorando su llegada en 1802.
Actualmente los aproximadamente 15.000 garífunas en Belice (5 % de la población) viven principalmente en el distrito de Stann Creek. La ciudad de Dangriga en el sur de Belice es considerada la capital espiritual del pueblo garífuna, ya que tiene la mayor concentración de ellos en Belice. Su idioma es el garífuna.
La religión de los garífunas consiste en una mezcla de catolicismo, creencias africanas e indias. Creen que los antepasados difuntos median entre el individuo y el mundo exterior y que si una persona se comporta y actúa bien, tendrá buena fortuna. Si no, la armonía que existe en las relaciones con los demás y con el mundo exterior se verá alterada, lo que provocará desgracias y enfermedades. Su espiritualismo se expresa a través de la música, la danza y otras formas de arte.
En Belice, esta comunidad lucha por perpetuar su memoria histórica y sus tradiciones. Al igual que los palenqueros de Colombia, la UNESCO los declara como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2001.
La Pastoral Afro de Costa Rica, en la Diócesis de Limón, acompaña a la población afrodescendiente desde antes de que se reconociera como tal; promueve su conversión personal y la transformación social. Mons. Javier Román Arias, obispo titular y encargado de la pastoral afrocostarricense, sirve de enlace ante el CELAM y la Pastoral Garífuna.
Espacios de servicio de esta Pastoral: escuela dominical, visita a enfermos y personas mayores, grupos de oración y de jóvenes, coro, catequesis y colaboración con las CEB. Tiene materiales contextualizados para la evangelización, algunos en inglés, e imágenes propias. Busca que la comunidad afro mantenga su propia expresión espiritual, como canto, vestimenta, la Palabra en inglés y, en especial, la familia. Necesita espacios de formación y participación afro, grupos juveniles fuertes, defender las vocaciones, los valores del “Au Buni” y la interculturalidad, un equipo de matrimonio, otro de producción y divulgación y un equipo nacional de Pastoral Afro.
En el Ecuador, del 7% al 10% de la población es negra. A pesar de estas cifras, la población negra ha pasado desapercibida durante mucho tiempo. La Iglesia acompaña estas comunidades con una pastoral específica para la inculturación del Evangelio, desde la realidad y la vivencia de las familias y de las comunidades negras.
La Pastoral Afroecuatoriana intenta responder a los desafíos de la comunidad negra, la forma cómo se les ve en la sociedad, en sus aspectos culturales, en su espiritualidad y religiosidad. Este camino se ha fortalecido con el pasar del tiempo. La Conferencia Episcopal Ecuatoriana fue la primera en aceptar este desafío y permitir el acompañamiento a las comunidades negras en su proceso de evangelización, a partir de su realidad histórica y de sus tradiciones familiares, sociales y religiosas. Aspira a incorporar en la liturgia oficial de la Iglesia música, danza y otros símbolos del pueblo negro y de su piedad popular.
Esta Pastoral específica se originó en la zona costeña, en el Vicariato de Esmeraldas, con una población mayoritariamente negra. Se tuvo en cuenta su cultura y su espiritualidad propias y comenzó, hace 45 años, este nuevo camino con la formación de catequistas, guías de comunidades (llamados ‘rezanderos’) y otros similares. Los encuentros dedicados dieron pie a un acompañamiento pastoral específico con el pueblo negro, alrededor del año 1979. Otras provincias se abrieron poco a poco con la migración de las familias, principalmente al sur de Esmeraldas y hacia las grandes ciudades, como Quito y Guayaquil. El proceso se consolidó al unirse con el trabajo pastoral de otros lugares con población afro significativa, como el Valle del Chota o la cuenca del Mira.
Ya van 31 encuentros de Pastoral Afro nacional; en los últimos años busca que se revise la formación en los seminarios, se promuevan los encuentros de formación sobre cultura y espiritualidad afro y el reconocimiento de las variadas formas de ministerio propio. Trabaja la relación entre su espiritualidad y la de la Iglesia sinodal, en camino hacia una teología afro, una animación misionera propia y una relación más fuerte con su Conferencia Episcopal.
La Pastoral Afrobrasileña (PAB) hace parte de la Pastoral Social de la Iglesia Católica. Surge en 1988, a través de la Campaña de la Fraternidad (CF) cuyo tema fue “La Fraternidad y el Negro” y el slogan de la campaña “¡Escucha el grito de este pueblo!” Llamó la atención sobre las reivindicaciones y las vulnerabilidades del pueblo negro, que lleva consigo una gran historia de lucha, resistencia y persistencia, tanto en la sociedad como en el interior de la Iglesia.
El documento 85 de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), organizado en el año 2000, la Pastoral Afrobrasileña tiene como objetivo valorar las características y la cultura de los afrobrasileños. La PAB también se propone actuar sobre las necesidades y los desafíos sociales a los cuales los negros están expuestos dentro de la sociedad: la discriminación, los prejuicios, la desigualdad, el racismo, la falta de oportunidades y la estigmatización.
Se contempla en el documento 85 que la PAB tiene como metodología de acción, el mismo método presente en las pastorales sociales: Ver, Juzgar y Actuar. Se tiene muy presente que uno de los objetivos centrales a articular por la PAB va a ser ayudar a la Iglesia a apoyar y crear iniciativas contra la exclusión del Pueblo Negro, a asumir posiciones en defensa de su patrimonio cultural. Se hace a través de actividades concretas: promover el diálogo entre los individuos para que todos trabajen juntos en la construcción de una sociedad más justa, articulada con la fe y la vida en la construcción de la justicia racial y social.
La Pastoral Afrobrasileña, a través de hermandades, congadas y quilombos, está presente en varias diócesis, de norte a sur del país. El primer sábado de noviembre, nos reunimos en peregrinación al Santuario llamado de “Nuestra Señora Aparecida” (para los negros es Madre Negra Mariama). Con ella se inicia el Mes de la Conciencia Negra. Dentro de la programación también, cada tres años, se realiza el Congreso de Entidades Negras Católicas (CONENC). En él participan representantes de todas las regiones del país para compartir y planear la caminada de nuestra pastoral. El Día Nacional de la Conciencia Negra se celebra en Brasil el 20 de noviembre, fecha en que fue asesinado el líder y símbolo de la resistencia contra la esclavitud, Zumbi, que fue masacrado por los blancos en 1695.
La Pastoral Afrobrasileña organizó, en el 2000, en Salvador (Bahia), el VIII EPA continental con el lema Globalizar la solidaridad. Su objetivo fue construir, a la luz de los Encuentros de Pastoral Afroamericana, nuevos caminos y perspectivas de inclusión y solidaridad en América Latina y el Caribe; dar, al mismo tiempo, testimonio de Jesucristo, el misionero del Padre.
La Pastoral Afroargentina inicia con el surgimiento de Manuel de la Virgen de Luján, un signo elocuente de la presencia que hubo y hay de los afros en Argentina y además ligado a la Patrona de la Argentina. Su proceso de beatificación, en 2016, impulsa una serie de iniciativas para hacer visible su imagen, en lo religioso y donde su figura tiene relevancia, en lo cultural, lo histórico y como modelo de espiritualidad de alguien cercano a la Virgen. Esto suscita un grupo de personas actúa en torno a la figura de Manuel; no como culto sino como significación de su presencia junto a la Virgen de Luján, como afroargentino.
La finalidad de la Pastoral Afroargentina es reconocer, valorar y visibilizar esta raíz afro dentro de la cultura nacional, en el mestizaje que se dio junto a las raíces de los pueblos originarios y la europea, que constituyen la patria argentina.
Manuel de Luján trasciende a toda América, tanto que la Pastoral Afroamericana y Caribeña decidió celebrar en Argentina, en especial en Luján, su próximo encuentro continental en 2025.
Algunas de las iniciativas y las actividades que desarrolla son:
Paseo Histórico Cultural de la Virgen de Luján “Casita de la Virgen”: durante todo el año, se da asistencia a peregrinos, personas en situación de calle, mujeres y niños, pertenezcan o no a la Comunidad Afro. Considera fundamental que, como dice el papa Francisco en Fratelli Tutti, todos somos hermanos.
El Paseo histórico organiza un espacio de oratorio sobre Manuel y la Virgen, otro gastronómico y talleres con salida laboral.
Ermita “Negro Manuel”: Se encuentra en el límite entre Luján y General Rodríguez; se inauguró en diciembre 8 de 2020.
8 de Noviembre de 2021: Entronizamos una imagen del Negro Manuel en la Capilla de la Casa de Gobierno; la Comunidad Afrodescendiente también estuvo presente.
3 de Noviembre de 2022: Se realizó una Misa en la Capilla de la Conferencia Episcopal Argentina, en ella dejamos una imagen del Negro Manuel.
Peregrinaciones
Diciembre de 2021: Peregrinación desde Constitución hasta Los Toldos, con la imagen del Negro Manuel y de la Virgen de Luján que quedó de regalo en la Casa de Eva Perón en Los Toldos. En un tramo, cerca de Mercedes, la acompañó el coordinador de las Pastorales Afrolatinoamericanas, el p. Venanzio Mwangi Munyiri.
Agosto-Septiembre 2022 “Luján – Aparecida”: Portó las imágenes de la Virgen de Lujan, el Negro Manuel y la Virgen Aparecida. Inició el camino a Brasil el 7 de agosto a San Cayetano con Gustavo Carrara, obispo auxiliar de Buenos Aires, y los Hogares de Cristo. Transitó numerosos pueblos de Argentina y Brasil, hasta llegar al santuario de Aparecida el 7 de septiembre, para conmemorar el día de la independencia de Brasil. La recibió la Pastoral Afro de Sao Paulo y peregrinaron juntos en barrios populares y capillas construidas por manos de esclavizados africanos.
Se celebró una Misa especial; el Santuario, a modo de respeto, colocó la imagen de Aparecida para concelebrar la Misa. Dejó, con mucha felicidad, una imagen del Negro Manuel en el Santuario de Aparecida.
Noviembre 2022 “Difunta Correa – San Juan”: Peregrinó desde la capilla de la Difunta Correa, hasta la capital de San Juan, pasando por Caucete y pueblos por donde la Virgen de Luján les guió por el camino.
La cercanía en la relación con Dios del pueblo garífuna, descendiente tanto de africanos como de indígenas de las Antillas, pasa en especial por el Cristo Negro de Esquipulas. Esta figura tiene una basílica propia y gran cantidad de fieles en el norte de Centroamérica y en Estados Unidos. Sirvió como símbolo de identidad entre los indígenas, los horros, los cimarrones y los garífunas. Estos últimos, deportados de San Vicente a la isla de Roatán, poblaron la costa caribeña, en especial la ciudad de Livingston. Celebran su llegada en noviembre 26 con ritos comunitarios como el Dügü.
El censo poblacional reconoce sus poblaciones por debajo del 1% de la población, pero destacan en la vida pública (política, artes) y en organizaciones como ODEGUA y ODECO. La Pastoral Afro visibiliza su espiritualidad, en especial después del VII EPA, dedicado a “Jesús, Luz y Liberador del Pueblo Afroamericano”.
Los primeros esclavos africanos arribaron a Haití, la entonces Isla Española, desde noviembre 1493 con el segundo viaje de Colón. Procedieron de la Costa occidental de África, desde el Senegal hasta el Congo. Las etnias que más marcaron la población negra de “Saint-Domingue” (la futura Haití) son las de la Guinea, del Benín y del Congo. Sin duda, la mentalidad que afecta el hombre haitiano es el producto de una cosmovisión que tiene que ver con el antepasado africano. Esta mentalidad tiene sus impactos en el comportamiento social, político, económico y religioso del haitiano.
En Haití, como ya se sabe, no existen comunidades negras, ya que Haití es una nación negra, la única de toda América. Por eso no tiene tampoco una pastoral negra como si fuera una alternativa o una excepción, sino que toda su pastoral tiene color negro. Sin embargo, la iglesia de Haití no tiene una larga tradición Pastoral Afro inculturada, reflexionada y organizada…
Sin embargo, en Haití chocan dos modelos y sistemas culturales yuxtapuestos, uno tradicional africano, y otro adquirido europeo con mentalidad de conquista. En particular, es necesario que la iglesia haitiana asuma su propia historia que dialogue con las religiones ancestrales afro, una de las cuales es el vudú. La religión afro popular ayudó a resistir la colonia y es una religión de liberación del primer pueblo libre de América en 1804. Hasta el día de hoy le ha dado fuerza interior y le ha comunicado una espiritualidad al pueblo con herencia africana. La Pastoral Afro haitiano tiene que investigar su fundamento afro, enriquecerlo, estructurarlo, reexpresarlo y desarrollarlo.
Mons. Pierre-Antoine Paulo, Obispo de Port-de-Paix (q.e.p.d.), Documento EPA 2015
La falta de una Pastoral Afro en Haití comenzó a corregirse desde el XI Encuentro de Pastoral Afroamericana y Caribeña en Panamá, donde una delegación pequeña logró posicionar, visibilizar su país y proyectarlo como sede del próximo EPA. El trágico terremoto en el país caribeño obligó a postergarlo hasta 2015. Trató el tema del pueblo afroamericano y caribeño como protagonista de su historia y su desarrollo humano integral. Abordó la economía solidaria, el desarrollo sostenible ante el deterioro ambiental, el desarrollo propio con el pueblo y la familia afro como protagonistas, el diálogo entre fe y cultura y la necesidad de intercambiar experiencias. También se trató, de forma concreta, la propuesta de un fondo solidario para el pueblo afrodescendiente que tendría su sede en Panamá.
Las delegaciones haitianas muestran una y otra vez la alegría de su pueblo, su capacidad de reproducir la vida, la resistencia y la habilidad para vivir con pocos recursos.
La Pastoral Afro de Nicaragua atiende en especial el Atlántico Sur de Nicaragua, en la ciudad de Bluefields y forma parte de esa Diócesis. Bluefields es la capital de Región Autónoma de la Costa Caribe Sur, al sur de la desembocadura del río Escondido y el puerto más importante del país en el mar de las Antillas. Es una ciudad multiétnica, la conforman 7 grupos étnicos. La pastoral Afro integra hermanos de la etnia criole de habla inglesa. Sus tradiciones son más fuertes en Corn Island, donde el 10% solo habla el inglés criollo nicaragüense.
La región, poblada por indígenas kukra y rama, primero la usaron como base piratas europeos y después la colonizaron los británicos con el “Protectorado de la Costa de Mosquitia”, hasta su expulsión 1787. La población se nutrió con los esclavizados que los ingleses obligaron a trabajar en sus plantaciones, los criollos que llegaron más tarde y otros que huían de la esclavización en Jamaica.
La Pastoral Afro, desde su propia historia y cosmovisión y con sus saberes y costumbres, aporta desde hace más de una década al caminar diocesano de Bluefields. Se compromete también, como Iglesia sinodal actual, con la acción evangelizadora desde su realidad cultural. Afirma sus raíces culturales en la comunidad, en el aprendizaje que le dejaron sus antepasados.
Uno de sus grandes desafíos como Pastoral Afro diocesana es que algunos miembros del clero local acepten y reconozcan el proceso intercultural como camino y modo de vida que enriquece a todos.
Busca que el proceso sinodal les anime a acompañar e insertarse en la realidad, la espiritualidad y la cosmovisión, llegar mejor con el Evangelio a los pueblos que acompaña.
La Pastoral Garifuna en Honduras tiene ya 40 años. Mons. Osmond Peter Martin, primer obispo garífuna, fue clave en sus inicios. Recibió un impulso especial con el VII EPA de 1997 en la ciudad de Trujillo, a 200 años de la llegada de los garífuna a Centro América.
Sus congresos regionales, desde 2007, ayudaron a conformar la Pastoral Garífuna Inculturada de Centro y Norte América. Participa con contundencia en los nuevos espacios de la Asamblea Eclesial, el Sínodo para la Amazonía y la I Asamblea Eclesial Garífuna de 2022.
Procura que la formación y la acción pastoral se encarnen en la realidad de su pueblo, desplazado de su territorio, convertido en migrante forzado por proyectos extractivistas y turistas abusivos y hasta delincuentes. Busca regresar a la sinodalidad comunitaria ancestral, el “yo para ti, tú para mí”, y a la escucha y dignificación de sus guías espirituales.
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