ALMANAQUE AFRO ÑAKATI 2021-2022 (segunda edición)

Un homenaje a la familia afro

Una familia grande que no se deja empequeñecer

El Almanaque Afro Ñakati 2021-2022 le rinde un homenaje a la familia extensa afrocolombiana, en relación con el interés de la Iglesia universal por la familia y con la muy especial conformación que le da el pueblo afro.

El papa Francisco, en la encíclica Laudato Sí, busca que se reconozca que “todo está interrelacionado”; la familia afro, al ser extensa, tiene múltiples expresiones, mucho más allá de lo que el mundo occidental reconoce como “familiar”.

Los africanos, bajo la esclavización, sufrieron el desmembramiento de la familia: se arrebataba a bebés del seno de sus madres, los castigos eran severos contra el hombre que buscara unificar su familia; un sistema tan inhumano la dispersaba con rapidez para impedir ese logro. Tenían que hacer un esfuerzo económico titánico para comprarse y comprar también a sus familiares. ¡Y algunos lo hicieron!

El segundo gran daño del esclavizador fue la destrucción de los múltiples tejidos sociales de las culturas africanas que llegaron a América. Tenían conexiones entre familias en forma de clanes, con negociaciones complejas, elaboradas durante siglos. Todas ellas dominaban el comercio, la arquitectura, el poder y, en general, la vida y la cultura.

La mujer y el hombre libres de la era republicana reconstruyeron como pudieron esos ejes, siguieron su memoria, su espiritualidad y tomaron también elementos de lo indígena y lo europeo. Se adaptaron y se opusieron a un orden que ya no buscaba destruirles como personas, pero sí desconocía todo su poder cultural, su historia y su aporte. Aprendieron pronto a moverse en el dominio político, militar, comercial y, en especial, cultural de las nuevas naciones. Sus desarrollos pueden verse mejor ahí donde la población afro es mayoría.

La resistencia de los palenques exigió tomarse tierras inaccesibles para sus esclavizadores; después, el gamonal o el cacique político quería expropiarles la ganancia de su trabajo de décadas. La historia reciente muestra cómo líderes políticos y económicos expropiaron el territorio afro de forma regular, engañaron al más pobre y fortalecieron un orden que le marginaba y discriminaba.

Occidente, desde una visión corporativa centrada meramente en la ganancia, restringe la noción de familia a papá, mamá e hijos, en ese orden.

El pueblo afro, con una historia muy distinta a la del pater familias del imperio romano, favoreció el liderazgo femenino y tomó de su tradición para enaltecer a la abuela, el abuelo, las relaciones de compadrazgo y de vecindad.

Todas las familias son distintas, cada una tiene avances y desarrollos que le son propios. Es necesario superar la idea de que la familia de la Europa medieval era “lo último en guaracha”.

La sola existencia del suajili, la lengua común del oriente y el sur de África da cuenta de redes comerciales muy extensas, que aprendieron con naturalidad un nuevo idioma para intercambiar sus bienes. La cantidad de creoles o lenguas criollas en las Américas dan cuenta de esa capacidad. Los órdenes colonial y republicano intentaron reprimirla; pero, gracias a Dios, no pudieron.

El ejercicio actual del Almanaque Afro Ñakati define 12 personajes y ámbitos de la familia, de acuerdo con las tradiciones locales y regionales de las familias que integran la Pastoral Afro:

  • La figura reparadora de la tía, el tío, que no se refiere solo a la hija o el hijo de la abuela o el abuelo. Se amplía a personas mayores conocidas, cercanas y, en algunas regiones, a todo adulto respetable.
  • Padres y madres como figuras de respeto en una cultura que valora el número de niñas y niños.
  • Madres y abuelas se hacen cargo de las zoteas o azoteas, donde cultivan las plantas medicinales y de condimento, las que se usan “pa’l diario”.
  • *La juventud, que trae consigo nuevos ritmos e innovaciones, con su ánimo de traspasar fronteras, y que alegra con sus logros.
  • La niñez, el tesoro más grande de las comunidades, en África y América, donde la abundancia de vida está bien vista.
  • Abuelas y abuelos como memoria constante de los territorios de origen y de resistencia ante un mundo industrial que los invisibiliza, inmoviliza y calla.
  • La venta, que da mucho valor a lo humano y extiende la familiaridad más allá del interés comercial.
  • El espacio religioso familiar, que defiende la espiritualidad y la identidad desde la propia entrega.

Así, la lucha por la dignidad es, para las familias afro, una lucha por defender su trabajo, su tierra, su vivienda y todo lo que desde ellas aportan a sus familias y su entorno. Su mera existencia es ya símbolo de identidad, de mestizaje de saberes ancestrales, indígenas y europeos. Exaltarla en tiempos de pandemia ayuda a resaltar los logros en las luchas históricas de nuestros pueblos y a una reconfiguración más amplia de su gran anhelo de vivir mejor cada día.