Los rostros de los jóvenes de la masacre de Llano Verde y el puente que excluye todo lo que no sea carro

Masacrar niños, ignorar millones

Quien ejecuta una masacre no piensa que nadie se va a dar cuenta. Al contrario, sabe bien que al día siguiente habrá madres bañadas en lágrimas y un pueblo entero que se sentirá impotente. Es como decir: “¡Sí! ¡Los matamos! ¿Y qué? ¡Vengan y hágannos algo!” Es un reto insolente a toda la humanidad, a cualquiera que considera que matar más de una persona ya es demasiado.

Las masacres en Colombia no se cuentan con los dedos de la mano, son centenares, una pila de muertos que avergonzaría a los peores asesinos del planeta. Tanto horror ya sería suficiente para sacar cualquier pueblo civilizado a la calle.

¿Por qué, entonces, masacrar menores de edad en la tercera ciudad más poblada del país? El desafío no es para unas cuantas familias dolientes, ni siquiera para el país solo. Es para todo el mundo civilizado: es una muestra de que aquí, en el norte de Suramérica, hay criminales dispuestos a competir en brutalidad, de nuevo, con Rwanda y Yugoeslavia. ¿O será que ya se nos olvidó la masacre de jóvenes en Punta del Este en Buenaventura o la barbarie en el Urabá?

Llano Grande es un barrio doblemente discriminado: su población afro proviene de asentamientos mal atendidos, sus condiciones de seguridad no son ninguna casualidad, son consecuencias de decisiones continuas para todo Cali. El Concejo Municipal ya discutía, en 2014, sus índices de criminalidad. Un concejal conservador se refirió a la masacre como una “crónica de una muerte anunciada”, porque ya se conocían los reclutamientos forzados y los conflictos entre bandas salvajes.
¡Cualquiera lo puede ver en la infraestructura cercana! El puente de la Ciudad de Cali sobre el canal CVC excluye a peatones, ciclas y motos desde que se entregó. Es decir, se dejaron “para después” los principales medios de transporte de los vecinos pobres. Es la ciudad la que dice “en últimas, esta obra no es para ustedes”. Como si fuera poco, la salida del barrio hacia El Caney, por medio de una carretera y puentes peatonales, ni siquiera se considera.

Pero no solo los poderosos discriminan, el problema necesita desarraigar malezas de muchos corazones: barrios enteros no se avergüenzan de promover la muerte de pequeños delincuentes. En un arranque largo de hipocresía, se prefiere asesinar a quién roba poquito y luego llamar “doctor” y hacerle la venia a quien roba miles de millones. Después, al baño de sangre se le llama “limpieza social” y a la manguala, “corrupción”.

Igual, todavía somos muchos quienes dejamos que se vea a jóvenes afro desempleados y sin educación como “un problema”, no como la discriminación y la violación de derechos sociales que ellos mismos evidencian. “Solo se necesita ser joven, llevar cachucha y caminar aletoso para que la policía te la monte”, nos contaban en 2003.

Sabemos que entre los nuestros hay quienes castigan a los niños con sevicia y luego se extrañan de que crezcan rebeldes. “Si hubiera sabido que me saldrías así, te hubiera abortado”, le gritaba la mamá a una joven lideresa. Nos muestran que la niñez indígena pasa hambre y reaccionamos como si fuera parte del paisaje. El planeta se desmorona y jóvenes valientes de todo el mundo gritan que ese no es el planeta que quieren heredar. Nuestros pueblos oscilan entre la indiferencia y el gas lacrimógeno como respuesta. ¿Hay alguno que responda con Laudato Sí o el Sínodo de la Amazonia?

Se necesita revisar esas posturas para confrontar, con la frente en alto, a un orden asesino. No es con dolidas declaraciones administrativas que la humanidad, la nuestra, va a dejar de tratar a sus propios hijos como carne de cañon.

Temas relacionados: , , ,
1 Comment
  • RADJ
    Posted at 20:47h, 25 agosto Responder

    El Señor no deja de sorpender: el Evangelio del día (https://evangeliodeldia.org/SP/gospel/2020-08-11) fue, precisamente, este:

    «En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”.
    Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
    y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
    Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
    El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
    Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.”
    ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió?
    Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron.
    De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”».

    ¿Fue que a los asesinos se les ocurrió leerlo antes de perpetrar la masacre? Es muy poco probable. Lo que sí bien pudo suceder es que _el Señor ya sabía_. El salmo 139 (https://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/salmos/139/) muestra cuán lejos está de nosotros la posibilidad de escapar de su mirada. Pero es en Mateo 5 (https://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/evangelio-segun-san-mateo/5/) donde es especialmente preciso. Los versículos del 38 al 48 son la guía más clara para todo cristiano, de cualquier denominación. ¡Que Él Mismo nos conceda la posibilidad de llevarla a cabo!!!

Publica un comentario