Nicolás Hernández Contreras, probablemente un historiador del Caribe colombiano, publicó en Facebook una microbiografía, de unos 6 párrafos, de una lideresa afro desconocida en esa época y que luchó por su libertad, su familia y su pueblo en lo que hoy es la Diócesis de Palmira. Es probable también que Hernández no esperara la rápida difusión de su texto y que la imagen que le asoció se convirtiera en símbolo de poblaciones ansiosas de rostros concretos sobre su historia. No respondió a nuestros intentos de contactarlo, cuando su texto original estaba en línea y era fácil asociarla con su perfil en Facebook. Ahora no se encuentra ninguna de las dos, pero su historia se copió en múltiples publicaciones, como la de Historia Personajes Afrocolombianos, o la de Crónicas de Barrio, que la red social declara “información falsa”. Letras Nómadas también la copió pero aclara que puede ser un mito.
Apenas se hizo viral, llamó la atención el rostro de Casilda: era una mujer afro, digna, bonita, bien arreglada y con algo de susto frente a la cámara. Tenía todos los elementos para parecer real y que la gente quisiera que fuera real.
Pero en la época en que ella vivió la fotografía era un lujo que pocos podían darse. Las posibilidades de que una lideresa afro campesina, perseguida y con enemigos poderosos pudiera tomarse una eran casi nulas. Las cosas cambiaban si se la buscaba por imagen, en servicios como Google o Yandex, se encontraba que la fotografía ya circulaba en internet desde hacía años. En esa época ya se le asignaba a 3 lideresas diferentes. Era evidente que una vista rápida no era suficiente. Se necesitó un esfuerzo para llegar a la foto que lo inició todo.
La imagen destacada de esta entrada está disponible en la colección del Museo Nacional de Brasil y es obra de Albert Henschel, un fotógrafo retratista que trabajó en Rio de Janeiro y Pernambuco. La colección deja ver al menos 20 fotos de mujeres esclavizadas o libertas que, tal vez el público no las considere tan dignas ni tan bonitas, pero bien podrían usarse para representar a Casilda. Son tan anónimas, afro y femeninas como la que se volvió famosa.
El nombre real de la que escogió Hernández es Mulher de turbante, tomada alrededor de 1870. La impresión de Henschel tiene apenas 9,2 por 5,4 cm, el tamaño de cualquier foto de álbum familiar. Reposa en la colección Ferrez del Instituto de Memoria Visual de Rio de Janeiro, Brasil.
ColombiaCheck se tomó el asunto en serio y lo investigó a fondo con la ayuda del historiador Felipe Arias Escobar. Este la declaró “un cuento”, a pesar de que el grupo Tomboranga le dedicara una canción y un argumental de 26 minutos se ganara un estímulo para poner la vida de la heroína en escena y publicarla en internet.
Lo sorprendente es que, casi un año después, el mismo sitio publicó la misma imagen para desmentir que fuera de la famosa poetisa afroestadounidense, Phillis Wheatley, que demostró que las personas esclavizadas también podían hacer literatura. Y si se busca más, se encuentra que también se le asignó a Maria Felipa de Oliveira, a Aqualfune y probablemente a muchas otras más.
La historia se hizo viral e comenzó a cuestionar a jóvenes y educadoras de la Pastoral Afro. Un grupo se desplazó hasta Florida, Valle, para ver en persona los territorios de la lucha Casilda. Andreas Hetzer, nuestro pasante alemán, hizo parte de ese grupo e investigó el contexto histórico. Muestra, en un artículo de la revista ViveAfro, que 8 años antes de la publicación de Hernández, ya un barrio de Florida tenía el nombre de la lideresa y sus habitantes consideraban su relato parte de su propia historia desde mucho antes.
Las comunidades negras, afrodescendientes, palenqueras, quilombolas, maroons, garífunas y con muchos otros nombres en todo el continente, necesitan de imágenes reales de sus lideresas. Todas las que tenemos en monumentos a lo largo y ancho de América Latina son construcciones culturales. Hoy se cuestiona que las ciudades sostengan y celebren las de líderes (casi todos varones) que contribuyeron a establecer el colonialismo, la raíz de los racismos, elitismos y centralismos de hoy. El supuesto rostro de Casilda Cundumí es un ejemplo de uno desarrollado sin permiso y sin presupuesto, pero también sin una investigación seria que lo respaldara. Esta es nuestra pequeña contribución para que se avance en el conocimiento histórico, profundo y bien estructurado, de una mujer afro, rebelde y libertaria. Se le podría asignar el título de “prócer”, pero esa palabra suena muy masculina. Es probable que las mismas comunidades la feminicen, como sucedió con la palabra “líder”, que ahora tiene su equivalente en lideresa.
También hay muchas imágenes anónimas que circulan en la red sin mayor sentido histórico, mientras que los liderazgos de los siglos recientes -que muy probablemente alcancen a tener fotografías- permanecen con rostros que solo pueden imaginarse. Poco a poco se avanzará en el reconocimiento y la apropiación de estos documentos histórico-fotográficos que son la historia visual y facial del pueblo negro. ¡Hasta que la historia se apropie y se superen por fin la exclusiones coloniales y racistas!
Billetes y monedas son la forma más clara en que un país puede homenajear la imagen de una mujer. Hasta ahora solo conocemos (en el sentido de las manecillas del reloj) los rostros de 4 mujeres afro en el mundo: Nanny de los maroons (en Jamaica, 2002), Viola Desmond (Canadá, 2018), Tawhida Ben Cheikh (Tunisia, 2020) y Maya Angelou (Estados Unidos, 2022). Si sabe de alguna otra ¡háganoslo saber!
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